Hay que compadecer a los Cybermen de Doctor Who, no temerlos

Como enemigos del Doctor Who, los Cybermen han sido notablemente prolÃficos, sólo superados por los Daleks. Desde el punto de vista de la producción, puede tener algo que ver con la posibilidad de meter a un actor en un traje de papel de aluminio. Pero la verdad es que los Cybermen están a un mundo de distancia de los nazis espaciales de la pimienta y, a pesar de todos sus escandalosos planes, son dignos de compasión.
Hay que admitir que soy parcial; los Cybermen han sido mi enemigo favorito de Doctor Who durante mucho tiempo. Lo que me fascina es que, a diferencia de los Daleks, no nacieron del odio o la megalomanÃa. No hubo una mente maestra cacareando y frotándose las manos con regocijo en su creación. En cambio, fueron el producto de un mundo desesperado y moribundo.
Sus orÃgenes se mencionaron en El décimo planeta, la última aparición (regular) de William Hartnell como Doctor. Fueron creados en Mondas, el planeta gemelo perdido de la Tierra, que habÃa sido enviado a toda velocidad al espacio. Les habÃan extirpado las emociones como medida "necesaria", y aunque son claramente hombres con traje al volver a ver el serial, hay algo profundamente angustioso en sus voces cantarinas.
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Pero es el magnÃfico Spare Parts de Marc Platt, uno de los audiodramas del Quinto Doctor de Big Finish, el que realmente arroja luz sobre el puro horror que los engendró. No voy a escudriñar la ciencia, pero privados del calor del Sol, la población de Mondas (una sociedad equivalente a la de los años 50) se ha visto obligada a vivir en ciudades subterráneas. Su número se reduce a miles, y aunque la anarquÃa aún no ha estallado, la propaganda del cuerpo gobernante es cada vez más ineficaz.
Spare Parts tiene un alcance relativamente limitado, y con razón, al elegir poner al Doctor en contacto con una familia especÃfica. Su situación es la de Mondas en un microcosmos; el padre lucha por mantener una actitud optimista para sus hijos adolescentes, a pesar de que tuvo que vender a su difunta esposa como material de trasplante. Su propio corazón ha sido sustituido por un tosco sustituto mecánico que revolotea y aletea como un periquito angustiado. Su hijo, resentido, está deseando apuntarse a lo que, sin saberlo, es en realidad una ciberconversión, mientras la salud de su hija disminuye cada dÃa.
No voy a estropear su destino final, pero a pesar de la (fugaz) interferencia del Doctor, este es un mundo que cuelga de un acantilado por la punta de los dedos. La única esperanza que tiene la población es convertirse en Cybermen, que son capaces de sobrevivir en este mundo desolado. La cientÃfica responsable en parte de la creación de los Cybermen no los despoja de sus emociones porque crea que eso los hace superiores; es porque de lo contrario se volverÃan locos. Y aunque considera que sus creaciones son una sombrÃa necesidad, acaba cayendo en el alcoholismo.
La historia también recontextualiza los trajes vistos en el serial original del Décimo Planeta. SÃ, es cierto que están hechos con lo que los departamentos de vestuario y atrezzo de DoctorWho tenÃan a mano. Pero en el universo, son tan toscos y preparados debido a la desesperada prisa por salvar a la población y a los limitados recursos disponibles, como si se tratara de construir un traje espacial con los trastos de tu garaje. Como resultado, son más inquietantes de ver que los Cybermen posteriores, más estilizados.
Se podrÃa argumentar que el estatus de Spare Partscomo canon es cuestionable, a pesar de que la serie de televisión ha reconocido las aventuras de audio del Octavo Doctor. Pero la influencia de Spare Parts va más allá del drama original de Big Finish. Marc Platt participó en los episodios "Rise of the Cybermen" y "Age of Steel" de la época de Tennant, ambos parcialmente inspirados en Spare Parts. Los dos últimos episodios de la décima serie del nuevo DoctorWho contaban una historia muy similar, aunque ambientada en una nave espacial. Y de los antagonistas de esa historia, el Amo era el único con verdadera malicia: la ciberconversión era, una vez más, el último recurso de una población condenada.
El camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones, pero a excepción de un par de CiberlÃderes que realmente lo hicieron en la serie, la mayorÃa de los Cybermen carecen de malicia. Por muy equivocados que estén, creen de verdad que las emociones son una debilidad y que están preservando y elevando a los que convierten. Ciertamente se puede cuestionar la cordura de John Lumic, creador de los Cybermen de la dimensión alternativa de New Who, pero aún asà compartÃa esa creencia.
Al menos, eso es lo que creen hasta que sus propios sentimientos se vuelven a imponer, momento en el que su existencia se convierte en una pesadilla agónica. Esto, por supuesto, supone que sus sentimientos están simplemente apagados en primer lugar; la otra posibilidad, más angustiosa, es que la parte de ellos que siente exista como pasajero, al estilo de Get Out. Y aunque no valoren al individuo, deben su propia existencia al miedo a la muerte, al impulso de sobrevivir contra todo pronóstico. Si los Cybermen tuvieran la capacidad de una autorreflexión honesta y sin restricciones, se darÃan cuenta de que están en un terreno inestable.
La guinda del pastel de la miseria es que, con poco sentido de sà mismos, no muestran ningún interés en preservar su pasado. Esto, unido a su afán por convertir a los demás y a sus numerosas derrotas posteriores, significa que probablemente no queden mondasiegos de verdad. Puede que se hayan asignado a sà mismos una misión, la de "salvar" a la gente de su frágil carne, pero la sociedad para la que fueron creados apenas es un recuerdo. Y en el futuro, los que conviertan perderán igualmente lo que les hacÃa únicos.
Las raÃces trágicas de los Cybermen los hacen infinitamente más interesantes que los Daleks, que se mueven por puro odio. Merecen ser algo más que el "villano de la semana", y condenados a perseguir un propósito finalmente vacÃo, también merecen nuestra compasión.
