Por qué los Oscar son los premios más previsibles del mundo
Durante las últimas semanas hemos estado leyendo que si los miembros más rancios de la Academia no veían una película como Get Out ganando un Oscar, que si habría que premiar una película como Lady Bird aprovechando los últimos movimientos feministas que podrían estar arruinando carreras acusando sin pruebas o que Guillermo del Toro ha rodado la película manual sobre cómo ganar en la noche del cine americano.
Al final los premios que se entregan año tras año son tan previsibles que hasta Obama puede entregar el de mejor película a una película (extraordinaria) como Argo.
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No hay espacio para la sorpresa en los Oscar. Si hay un Disney / Pixar, la película se asegura un par de premios: película de animación y canción original. Es comprensible, los miembros que votan tienen hijos y están todo el día con la canción en la cabeza. Les hace la vida más fácil. Por ejemplo, si sus hijos no tienen un día tranquilo, se pone uno la copia personal de Coco y asunto solucionado. Pues premios claros, que no veo a muchos académicos escuchando a Radiohead o a Sufjan Stevens. Dos de los premios más merecidos de la noche, el de canción del segundo y partitura de Johnny Greenwood, al limbo.
Otro premio claro es el de la metamorfosis actoral. Además, de un tiempo a esta parte no importa que sea protésica o física, salvo que seas Leonardo DiCaprio en J.Edgar, demasiado carnavalesco hasta para la Academia.
Una buena máscara puede solucionar una película imperfecta. No importa que tengas por delante a un desnudísimo (en ALMA) Daniel Day-Lewis, el premio es para ti. Eso sí, Gary Oldman, extraordinario intérprete, ha tenido multitud de ocasiones para llevarse el premio a casa. En Batman no, pero en muchas otras hubiera sido más natural.
Los cuatro premios a los intérpretes han sido los mismos que los de los Globos de Oro y los Bafta, otra forma de adjuntarse a la corriente de opinión popular de Hollywood, no vayamos a desentontar y piensen mal.
El año de la reivindicación de la mujer en la industria no hubo demasiados galardones para ellas.
El sonido de la guerra no se olvida, sobre todo si está mezclado como el de Dunkirk, que también brillaba a nivel visual. Sus tres premios avalan el buen trabajo audiovisual y narrativo de una peli que no tiene narrativa sencilla. O narrativa a secas.
El premio a mejor guión Get Out es, con mucho, lo más merecido y gratificante de la noche. Una película modesta, extraordinariamente bien escrita y que consigue llegar al terror desde el cinismo y la comedia negra, se merece todos los elogios, premios y prestigio que se puedan ofrecer.
El gran vencedor, Guillermo del Toro, ha sabido jugar bien sus cartas, metiendo en su fajita de cine todos los ingredientes necesarios para llegar a todos los públicos posibles mientras atraviesa el corazón de los miembros de la Academia recordando lo grande que es el cine y cuánto le gusta.
Merecido, probablemente, pero no más que el resto de candidatos que no se limitaron a trazar un producto complaciente con escuadra y cartabón.