Crítica de En realidad, nunca estuviste aquí: una adaptación pomposa

PERDIENDO EL BRÍO

Crítica de En realidad, nunca estuviste aquí: una adaptación pomposa

En apenas cien páginas, Jonathan Ames narraba la vibrante historia de un ex-militar veterano y atormentado que se convertía en justiciero y defensor del menor a martillazo limpio en una vertiginosa carrera contrarreloj en un mundo de corrupción que parecía no tener fin.

Para su cuarto largometraje, la escocesa Lynne Ramsay elige el relato del creador de Bored to Death y adapta la tercera obra ajena de su filmografía.

Al igual que en la extraordinaria (y última referencia suya hasta ahora) Tenemos que hablar de Kevin (donde el mundo descubrió al actual Flash de DC, Ezra Miller), la directora aporta su estilo complejo y cuidado, abrumador, a una historia que en realidad nunca lo necesitó.

Lo que en el la historia original era prisa y elegancia se queda en pachorra esteta que hacen de sus escasos noventa minutos un mal trago adornado por el habitual buen trabajo de Jonny Greenwood, habitual colaborador de protagonista y directora.

La directora y guionista se empeña en querer cerrar un círculo que en realidad, nunca se podrá cerrar, de la manera más forzada posible, quitando importancia a los personajes y situaciones en favor de las imágenes: aquí no se trata de lo que sufre el personaje de un inmenso (a todos los niveles) Joaquin Phoenix: lo que importa es la planificación de la imagen para contar una historia que no debería ocultarse detrás de una decisión meramente artística. Que sí, que los planos son muy bonitos y que las escenas del asalto a la casa vistas desde las cámaras de vigilancia son rompedoras, pero también se aproximan demasiado al forzado interés por menospreciar la acción en pantalla que tantos años ha costado devolver a la cima gracias a trabajos como John Wick, El Contable o The Raid.

Como si El Profesional (Leon) se avergonzara de pertenecer al cine de acción, de ser un thriller lleno de gente sórdida, la película de Ramsay va directa al grano colocando al personaje en el lugar que marca el guión. Es complicado llegar a empatizar con el protagonista a pesar de las migajas de información que va dejando el metraje, porque apenas tenemos conciencia del mundo en que vive.

Además, la aportación personal de la directora y guionista de la película tira por tierra la ambientación noir de la historia. Si todo estuviera en la cabeza del protagonista nada de lo contado anteriormente tendría sentido. Por si fuera poco, la frase “It’s a beautiful day” del final de la película, estuvo cerca de convertirse en el título de la misma. La aportación de la directora siempre por encima del material de partida.

A veces puede funcionar, como en su anterior obra (maestra), pero el éxito en adaptar un thriller vertiginoso no está en transformarlo en lo opuesto.

Por supuesto que es una película recomendable llena de apuntes interesantes, casi un ataque de pánico convertido en imágenes y sonido, pero como adaptación está lejos del material que adapta. Y su personalidad ensombrece cualquier atisbo de genialidad. En realidad, la película más incómoda de este año se estrenó hace unos meses.

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