Crítica de 'Power Rangers' (2017) de Dean Israelite

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 Crítica de 'Power Rangers' (2017) de Dean Israelite

Hora de metamorfosearse con la crítica de 'Power Rangers' (2017) de Dean Israelite

Cuando Lionsgate anunció el renicio de los 'Power Rangers' en el cine a cargo del director de 'Project Almanac', todos esperamos ver el equivalente a la trilogía del Caballero Oscuro de Christopher Nolan en el género Super Sentai. Una dignificación completamente seria con ínfulas de trascendencia y gravedad, de la idea de cinco chicos de institutos recluatados para ponerse trajes de colores y darse de tortas con los monstruos estrambóticos de una loca del coño con un castillo en la luna. No.

Ya en los noventa, uno de los principales encantos de la serie original de los 'Power Rangers' -si se puede llamar original a un proyecto cuya base es fusilar escenas de peleas de un programa japonés, e intercalar escenas con actores americanos- era su carácter ligero, colorista y tontorrón. La primera película de 'Power Rangers' (Bryan Spicer, 1995) fue exactamente lo mismo con más presupuesto. Concebida como relanzamiento con el que subirse al carro de la moda de las películas de superhéroes actuales, y volver a narrar la misma historia de aquellos primeros episodios de Power Rangers de acuerdo al gusto del cine de aventuras para adolescentes actual, el principal defecto y virtud de esta nueva película de Power Rangers es no alejarse demasiado de su referente original.

El padre de todo este invento (Haim Saban), sigue al frente de la criatura, y aunque el envoltorio, lenguaje cinematográfico e inquietudes están tan próximos al de cintas como 'Project X', 'Chronicle', la saga 'Transformers' o la citada 'Project Almanac', la película no se molesta en ocultar que seguimos ante un producto tan desenfadado y tontorrón para los cánones del cine de studio de 2017, como la serie y película de los noventa lo fueron para su tiempo. Hay más medios y menos sensación de cartón piedra, sí. Los personajes no parecen caricaturas salidas de una serie animada episcopaliana, e incluso se trata de dar algo más de transfondo y consistencia al legado de los Rangers. Pero si nos centramos en aspectos tan cinematográficos como la dirección, la estructura argumental o la valía del propio film como película en sí, la verdad es que hasta sería difícil tener claro si esta nueva película de Dean Israelite mejora en algo a la de Spicer.

Crítica de 'Power Rangers' (2017) de Dean Israelite

Por suerte, con lo que si cuenta el reinicio de 'Power Rangers' es con un elenco de jóvenes actores sorprendentemente solvente, que unido a un guión disperso -pero que se las ingenia para dotarles de una tridimensionalidad y verosimilitud bastante por encima de la media- consigue ofrecernos un quinteto de jóvenes superhéroes que derrochan química en pantalla, y con el que resulta muy fácil empatizar. Uno de los protagonistas de la irresistible 'Me and Earl and The Dying Girl' es el Billy Cranston (el Power Ranger azul) de RJ Cyler quien se revela como la gran sorpresa de este nuevo elenco.

Como la encarnación original del personaje interpretada por David Yost, el nuevo Billy es el genio geek del grupo, con tanta pericia para las matemáticas y las ciencias como pasión por la fantasía. El añadido en este caso es englobar al personaje dentro del rango del autismo, lo cual no solo le da un interés extra más allá de lo que suele ser habitual entre los personajes de Hollywood, sino que potencia aun más su condición de outsider con problemas para encajar, que encuentra la ocasión de establecer un vínculo junto a otro grupo de muchachos que -haciendo frente a sus propios problemas- terminan apoyándose los unos a los otros para tratar de salvar el mundo. Si con los Power Rangers originales había cierto buenrrollismo de anuncio Profident -a favor de la vida sana, el deporte, el reciclaje y todo aquello que pudiera haber cabido en un cartel de instituto de colores pastel-, con esta nueva encarnación se aprecia una fuerte influencia de 'El Club de los Cinco (Breakfast Club').

Crítica de 'Power Rangers' (2017) de Dean Israelite

Más allá de Billy y su autismo -a veces un encanto de muchacho, otras con las dificultades para interactuar propias de sus problemas de empatía, cada uno de los cinco nuevos Rangers presenta sus propios problemas de socialización, sin por ello perder los rasgos principales que definían a los originales. Interpretado solvéntemente por un Dacre Montgomery que comienza a labrarse una trayectoria interesante entre 'Safe Neighborhood' y 'A Few Less Men' -y al que veremos próximamente en la segunda temporada de 'Stranger Things'-, Jason (el Power Ranger rojo) sigue siendo el líder nato. Pero lejos de ser un líder infalible y cómodo con las presiones y expectativas que su familia y entorno, se nos presenta como un juguete roto, asfixiado por una vida que otros han elegido por él, y en la que se siente como una rata dentro de un laberinto.

Crítica de 'Power Rangers' (2017) de Dean Israelite

Unidos por las circunstancias en una suerte de relación fraternal con un vago toque a lo 'Rain Man', Jason y Billy son el centro de una madeja a la que se van uniendo el resto. Primero la Power Ranger rosa Kimberly interpretada por Naomi Scott ('Los 33', 'Terra Nova'), con una singular aproximación que la convierte en la malota del grupo. Una suerte de versión femenina del Reggie de 'Riverdale' o cruce entre Buffy Summers, Cordelia Chase y Faith, que termina siendo la chunga del grupo, no tanto por la actitud impositada de rebelde que tanto se suele dar con los personajes de chaqueta de cuero, sino por una serie de actos que la hacen ver como un desastre de persona completamente inconsciente de lo que está haciendo.

Crítica de 'Power Rangers' (2017) de Dean Israelite

Animadora caída en desgracia, cuesta tener claro cuanto hay de acierto de guión y cuanto de simple casualidad de un proyecto hecho sobre la marcha. Pero cosas como que haga algo terrible a alguien de su entorno y -lejos de arrepentirse o iniciar el tópico camino de redención- vuelva a tropezar de nuevo con la misma piedra sin darse cuenta siquiera de ello, le dan una verosimilitud poco habitual dentro de la moralina habitual de estos géneros. Del resto, Zack de Ludi Lin ('Marco Polo'), queda relegado a un rol algo más secundario que sus compañeros como Power Ranger negro, pero sabe explotarlo a base de un carácter hiperactivo, bocazas y siempre en busca de problemas no muy diferente del original.

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Tanto él como la Power Ranger amarilla son los más desligados del resto, pero con añadidos como su relación con su madre se las ingenia para ser un personaje que funciona más allá del alivió cómico, y con el que resulta muy fácil conectar. Estrella de YouTube, la actriz que da vida a Trini (Becky G.) es la que menos tablas tiene del quinteto, y si bien se hace patente por las muy contadas líneas de diálogo que dispone, la película sabe aprovecharlo, dotándole de un trasfondo interesante como esa chica rara a la que nadie conoce apenas, y que no parece muy dada a entablar diálogo con nadie. El tema de su sexualidad como primera superheroína gay que tanto dio que hablar está manejado con bastante elegancia, presentándose como algo bastante más complejo que una salida del armario puesta en la cara.

Crítica de 'Power Rangers' (2017) de Dean Israelite

Los cinco son de largo lo mejor de la cinta gracias a la unión entre un guión que casi parece escrito sobre la marcha -evitando el exceso de planificación podría acabar derivando en unos personajes mucho más artificiosos-, más la capacidad para llevarlo a buen puerto de un elenco sorprendentemente capaz. Escenas como las de la fogata, que nos retrotrae a la película de la Tortugas Ninja -pero no al reinicio de Michael Bay, sino la de los años noventa con toda su entrañable caspa-, dejan claro la química del quinteto, como sólida piedra angular sobre la que se sostiene un film que no deja de ser un disparate tan absurdo como la serie original. Da igual lo mucho que lo traten de ocultar los medios y planificación al más puro estilo Transformers.

Crítica de 'Power Rangers' (2017) de Dean Israelite

Argumentalmente no hay por donde cogerla, estando repleta de tantos momentos sonrojantes, cambios de tono y completamente desnortados gags humorísticos -que van desde la masturbación de un toro a la dependienta de una joyería pasando por la forma de derrotar a la villana- que al final hasta acaba teniendo su encanto. Convertir en una película seria un saga con una base tan tonta como los Power Rangers habría sido lo más parecido a un suicidio, por lo que casi se agradece que hayan dejado la seriedad para el desarrollo de los protagonistas, y todo lo demás sea una actualización de libro de los originales. Habría estado bien que de paso la parte más ligera hubiera tenido algo más de curre que un videoblog de instituto. Sin en bargo, esa propia esquizofrenia desmadrada hace que si uno no acude al cine sin otra espectativa que la de comerse unas palomitas con una película estúpida con cierta gracia en lo que a dinámica de grupo respecta, pueda echarse unas buenas risas tanto por lo buscado como lo no buscado.

Siendo sus peores defectos -más allá de lo obvio- que el metraje se hace algo más alargado de la cuenta, haber perdido la ocasión de recuperar el culto a las artes marciales de la original y el diseño de monstruos que deja bastante que desear, a los cinco protagonistas sería conveniente sumar un Bryan Cranston a quien se le nota el cariño por el producto y que como Zordon transmite toda la presencia que se le supone al mentor de los Power Rangers, un Bill Hader que con su voz difícilmente podría ser más acorde como Alpha 5 y una Elizabeth Banks que se pasea por toda la película como una cazallera de cuarenta años, buscando guerra a altas horas de la madrugada en las calles de Madrid.

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Dejando muy claro que se lo ha debido de pasar en grande entre gesticulaciones histriónicas y aspavientos de loca dando vida a Rita Repulsa, ella, los Power Rangers con sus trajes color mucosa tumescente y los Zords lucen como los juguetes nuevos que cualquier fan del grupo aguarda encontrarse, siendo el entrañable amor primaveral de usar y tirar que uno podría estar buscando para una tarde tonta de primavera verano. Exclusivamente para nostálgicos de la original que pretendan echarse unas risas rememorando los placeres culpables de nuestra infancia o los quye se encuentren en edad de tener sus propios placeres culpables, podría haber dado para más con ciertas ideas que que se insinúan en torno a la mitología de los Power Rangers. Sin embargo, lo que se ofrece -tema musical del original incluido- se antoja más que adecuado, como representación verosimil de los que estos fueron en su día.

 

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