Crítica de John Wick: Pacto de sangre, espectacular secuela

AMPLIANDO EL ESPECTRO

Crítica de John Wick: Pacto de sangre, espectacular secuela

Hace tres años que unos tíos se pusieron de acuerdo para meter unas revoluciones de más al genérico cine de acción del nuevo milenio, ese que es tan blanco, tan descerebrado (para mal) y tan para todos los públicos que necesitaba una transfusión si no quería perder definitivamente sus señas de identidad.

Lo consiguieron con un presupuesto ajustado, apenas 20 millones de dólares, y un boca-oreja que corrió como la pólvora: John Wick era alucinante.

Por una vez los rumores estaban fundamentados, y el personaje más icónico de Keanu Reeves (adiós, Neo) devolvía al actor a la primera línea del panorama. Desde entonces, a Reeves se le ha visto cada vez con más frecuencia en el cine, aunque siempre en productos arriesgados o más bien discretos. Y eso le honra.

Ahora, con el doble de dinero (aún así, su gasto es CINCO veces menor al de, por ejemplo, Furious 7) y el doble de ganas, John Wick vuelve a los cines para terminar unos asuntos pendientes.

La primera secuencia de la película es una declaración de intenciones: un plano callejero, con persecución de fondo, y una extraña proyección sobre un edificio con imágenes de una película de Buster Keaton que deja claras desde el primer segundo las intenciones de los responsables: todo lo que veamos a partir de ahí será un sentido homenaje al trabajo físico. Ya sea para hacer reír o para hacer vibrar, lo que nos espera es, ante todo, ingenioso, esforzado y 100% físico.

Crítica de John Wick: Pacto de sangre, espectacular secuela

Hay otra cosa que también se amplifica aquí, y es su capacidad para dejar de tomarse en serio desde el primer minuto, porque toda la función es un desfile de situaciones imposibles basadas en la capacidad física de cada uno de los especialistas, actores y numerosos asesinos que se dejan ver con cara de malas pulgas. Y eso no quiere decir que sus personajes parezcan retrasados mentales, algo que hace (y muy bien, porque de eso se trata) la saga Fast & Furious, seguramente porque así sus excentricidades dejan de resultar chocantes.

Hay mucho humor en John Wick 2, principalmente un humor voluntario que quita hierro a todo lo que sucede en pantalla, porque seamos claros, esto no tiene ni pies ni cabeza. ¿Cómo puede alguien en su sano juicio tocarle los cojones a semejante máquina de matar? Partiendo de esa base, y de lo que ojalá esté por venir, la película es una continua amplificación de todo lo bueno que ya tenía, e incluso se permite una secuencia introductoria que cierre del todo un pequeño fleco pendiente de la primera entrega que, además de ser cierto, había pasado por alto para todos. Y el amigo Wick es un tío que si tiene fijación por algo es por los detalles. Grandes o pequeños, no importa, el detalle es lo que cuenta.

Con un conocimiento total por el género y una pasión difícil de encontrar en occidente, John Wick: Pacto de sangre (John Wick: Chapter 2), nos regala una valiosa aportación a la secuela masiva del género, algo que está al alcance de muy pocos (The Raid 2) y que ofrece una digestión algo más pesada que la original, pero eso se debe a un menú mucho más variado y abundante. El gusto por el exceso queda patente cada diez minutos, con sus constantes subrayados a base de subtítulos, su villano italiano que parece salido del tren de Alerta Máxima 2, sus perfomances, túneles y gusto por amplificar más si cabe la brillante mitología propia que se marcaron en la primera entrega.

Una hiperbólica, hortera, voluntariamente idiota, profundamente malvada y trepidante aventura de acción de las que ya no se verán en los cines… hasta que llegue John Wick 3.

John Wick: Pacto de sangre, es una secuela prodigiosa.

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