Crítica de 'Doctor Strange', la magia de Marvel

EL TIEMPO DEL DOCTOR STRANGE

Crítica de 'Doctor Strange', la magia de Marvel

Análisis del último éxito de la compañía de los Vengadores en la crítica de 'Doctor Strange', la magia renace de mano de Marvel y Scott Derrickson

Marvel Studios da la impresión de tener tan claro lo que quiere y cómo llevarlo a cabo, que -a estas alturas de la película- casi parece humanamente imposible que salgan mal parados en uno de sus proyectos. No es tampoco que la joven compañía especializada en películas de superhéroes venga ofreciendo el Nirvana cinematográfico. Ni mucho menos. Sus producciones siguen transmitiendo cierto tufo formulaico que hace que acercarse a una nueva entrega de su saga sea más parecido a ver un nuevo capítulo de 'Juego de Tronos' o cualquier serie de Netflix, que una película propiamente dicha. Aun así, se nota el esfuerzo por no estancarse, y -aunque todas las películas Marvel están cortadas por el patrón del ABC del cine de catarsis y aventuras- han logrado dominar los secretos del conjuro con franca pericia, y ofrecer siempre algo suficientemente diferente como para que merezca la pena seguir picoteando con sus proyectos. Incluso aunque no supieramos nada del personaje.

Crítica de 'Doctor Strange', la magia de Marvel

Centrada en el viaje iniciatico del maestro de las artes místicas de Marvel, la trama de 'Doctor Strange' sigue al pie de la letra la receta sin complicarse con artificios de ningún tipo, recurriendo a la interpreptación más accesible del origen del personaje. Si ya leiste la mini-serie de 2005 de Joseph Michael Straczynski -o su adaptación animada-, no es que te vaya a descubrir nada excesivamente nuevo sobre el talentoso cirujano que tras sufrir un aparatoso accidente que le deja sin sensibilidad en las manos, se ve obligado a emprender un viaje hasta el corazón místico del Himalaya en busca de cura. Sin embargo, es en los detalles donde se esconde el diablo, y en ellos donde la película se hace fuerte, ya sea añadiendo unas bien traídas capas de lectura, como -sobre todo- creando un deslumbrante espectáculo visual.

La claridad de ideas expresada arriba es la que vuelve a jugar a favor de una Marvel consciente de que cuando el personaje creado por Steve Ditko y Stan Lee calo en los sesenta, no fue por sus complejas y sesudos argumentos, sino por abrir las puertas de lo desconocido con un desbordante mundo de imaginación, color y mundos geométricamente imposibles. Todo ello herencia de una época marcada por el flirteo con las drogas psicotrópicas y experiencias extrasensoriales de diversa índole. Así que en lugar de bombardearnos con filosofías de baratillo y exposiciones de reglas presentes en la gravedad del cine de las hermanas Wachowsky y Christopher Nolan, la película de Scott Derrickson no se complica la vida, apresurándose en zambullirnos en un viaje de ácido sin descanso que despide LSD y mezcalina en cada uno de sus fotogramas.

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Marvel se ha asegurado de hacer de Doctor Strange una experiencia que, o bien tienes un equipo increíblemente bueno e increíblemente grande en casa, o más te vale ver en el cine. Mientras mayor calidad de reproducción y mejor 3D tenga la sala, mejor. Todos y cada uno de los aspectos que rodean la recreación en imagen real del mundo de hechicería, proyecciones místicas y dimensiones extracorporeas que hicieron grande al personaje están reproducidas a tan cuidados nivel de detalle, que convierten la película en un orgasmo cinematográfico para todo aficionado del cine de aventuras. Especialmente si eres de los que has crecido con sagas como Harry Potter, Inception, The Matrix, Dark City o -si nos vamos más atrás- El Secreto de la Piramide o Indiana Jones.

Si en los primeros días de Marvel Comics Stan Lee ya era una suerte de filibustero que se apoderaba de todos aquellos tesoros ocultos en forma de todo lo que molaba -para condensarlo en historias en manos de dibujantes tocados por una suerte de inspiración de otro mundo-, su contrapartida cinematográfica está haciendo exactamente lo mismo, con Doctor Strange como uno de sus mejores exponentes. Que funcione es principalmente fruto de que, en lugar de limitarse a repetir lo hecho por las fuentes de las que bebe como un placebo sustitutivo de marca blanca, la compañía es consciente de un público que ya ha disfrutado de la imaginería visual de Nolan, las Watchowski o el mundo de Harry Potter. Todo lo que hayamos podido ver en cualquiera de los trailers no es sino un tímido anticipo de un film que coge todas estas ideas y elementos fantásticos y los lleva mucho, pero que mucho, más allá.

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Aquí podríamos hacer mención al primer viaje transdimensional del Strange a lo '2001: Odisea del Espacio', una escena en la que cualquier cosa que se pueda afirmar se queda tan corto, que es probable que cuando la disfrutéis en pantalla no podáis evitar quedaros con ganas de más. En este sentido, el mayor acierto de Doctor Strange es lo tangible que resulta más allá de las incontables locuras que podamos estar viendo en pantalla. La suma de los impresionantes efectos especiales de Industrias Light & Magic junto a la deslumbrante paleta de colores a la que recurre la fototografía -con una lisérgica mescolanza de colores primarios con tonos vivos en el caso de los protagonistas, y negros, púrpuras y verdes de intensidad radiactiva para las amenazas extradimensionales- son sin duda parte de su fuerte. Pero si tenemos que hablar del mejor efecto especial de 'Doctor Strange' es sin duda Benedict Cumberbatch.

El actor de 'Sherlock' se erige como una presencia sobrehumana, capaz de dar vida con una soltura arrolladora a su protagonista, en cada una de las fases por la que lo vemos atravesar durante la película. Arrogante neurocirujano, desesperado hombre roto en busca de recomponerse a sí mismo, escéptico aprendiz que da paso al ansia por el conocimiento... El trabajo de un buen actor se mide por su habilidad para hacernos olvidar al profesional leyendo las líneas de diálogo que le han entregado y pensar en el personaje, cada centavo que Marvel ha pagado por Cumberbatch se amortiza, gracias además a un guión concebido para su lucimiento. Con una Tilda Swinton que vuelve a dejar claras su descomunal talla interpretativa como su Ancestral, un Mads Mikkelsen que tirando de porte para dar presencia a un cumplidor Kaecilius que sirve más de medio para llegar a un fin que como villano y los solventes Rachel McAdams y Benedict Wong acompañando a Cumberbatch, no es que al protagonista de Doctor Strange le falten rivales que pudieran haberlo eclipsado. Aun así, el británico se muestra inexpugnable en todo momento, en un film que tiene muy claro quien es el protagonista y quienes los personajes que están presentes para formar parte de su viaje espiritual.

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Pudiéndose esgrimir únicamente elogios hacia el trabajo del elenco que da vida a los personajes de Doctro Strange, solo Chiwetel Ejiofor parece no hacerse del todo con Mordo. Si bien se presenta con una reinterpretación interesante -más próxima a la de la película animada que a siervo de un poder superior de los cómics- del compañero de aprendizaje de Stephen Strange, quizás no termina de transmitir la rígida rectitud curtida que se le supone en la trama. Poca queja en realidad teniendo en cuenta que es más lo que le cuesta destacar frente al resto que un problema en si, dentro de una película que sabe crear un universo con identidad propia que va desde el wuxia de artes marciales hasta la aproximación al misticismo filosófico oriental, para llegar al surrealismo daliniano más desmadrado.

Llegado a este punto, sería fácil pensar que Doctor Strange es solo una excusa vacía para que Benedict Cumberbatch pueda ofrecernos su repertorio interpretativo en mitad de un festival de luces y colores. Pero lo cierto es que aunque la trama procura no complicarse para asegurarse de que el rico universo visual del Doctor Strange sea accesible y tenga el protagonismo que se merece, no significa que se hayan olvidado de la historia. La trama simplemente queda en un segundo plano con una estructuración sencilla y de manual -el incidente, el viaje, el aprendizaje, la amenaza que irrumpe para forzar al protagonismo a acelerar la toma de conciencia de su naturaleza heroica...-, pero a su vez está repleta de pinceladas que le otorgan interesantes capas de lecturas.

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Lecturas que además no se nos lanzan en una continua suma de interminables discursos al estilo Watchowski, sino con pequeños detalles como que el accidente de Strange no venga dado por los excesos de una vida de desenfreno, sino por lo absorbido que se encuentra este con su trabajo. Un aspecto crucial dentro de la alienación con la que se aborda al personaje dentro de un sistema dentro del que se da la paradoja de que la propia búsqueda del virtuosismo de salvar vidas termine derivando en la exclusión y aislamiento de aquellos a los que se pretende ayudar.

El prestigio, la posición que viene acompañada de este y la deshumanización terminan convirtiéndose en los objetivos de una meta tan obsesiva como la que guía a otros de los personajes de la cinta en sus diferentes cruzadas. A pesar de la sencillez de su argumento, Doctor Strange es una película sorprendentemente ambigua, donde no se puebe hablar de buenos y malos, sino de personajes con agendas enfrentadas, tan determinados en lograr su objetivo que colisionan de forma terrible entre sí. No importa si se trata del empeño en transgredir a las leyes naturales de la muerte y el tiempo -constante presente en toda la cinta, desde la intromisión en el quirófano del reloj de Nicodemus West, hasta el que porta el propio Stephen como atadura con su vida anterior-, proteger el mundo a cualquier costa, el cumplimiento estricto de las sacrosantas normas o el aislamiento del yo como el ego que se niega a ver sus lazos como engranaje de un colectivo mucho mayor que él.

Sin más ambiciones que ofrecer un film ligero con el que pasar un buen rato, es posible entrever en Doctor Strange la influencia de los trabajos de Crowley y Kurt Vonnegut. Todo mientras flirtea con temas como el eterno debate entre la fidelidad a nosotros mismos y nuestros principios, frente a la necesidad de reinvención constante en un mundo en perpetuo cambio. Dejando en el camino escenas tan bellas como la que tiene lugar bajo los cielos de Nueva York y con la banda sonora de Michael Giacchino como otro de sus fuertes, con temas de reminiscencias a las partituras de 'The Matrix' o 'Sherlock'.

Dentro de lo negativo, podríamos citar los tan cuestionados chistes Marvel que tanta animadversión vienen despertando desde que dejaron de suponer un soplo de aire fresco, para pasar a ser una couta forzosa en todas y cada una de las películas de la compañía. En Doctor Strange no es que encontremos un uso perseverado del humor a nivel de El Hombre Hormiga, pero es precisamente esa diferencia de tono lo que hace que -cuando llegan- los chistes queden todavía más fuera de lugar. Cierto es que es algo que la propia película usa para reirse de la propia cuota de chistes, pudiéndose hablar de una suerte de autocomentario meta. Pero esto no quita que cuando los que estén saturados con las bromas Marvel vayan a verla, lo que van a encontrar un buen puñado de chistes fuera de lugar.

En general, podemos referirnos a Doctor Strange como otra película de un estudio que no ha dejado de perfeccionar su fórmula, y que nos ofrece la que seguramente sea la mejor película de origen que cualquiera de sus personajes en solitario ha tenido hasta la fecha. Esto no quiere decir que hayan cambiado su fórmula radicalmente, sino que cada vez saben aplicarla mejor. Entendiendo a la perfección tanto lo que buscaba la compañía como a un personaje al que conoce y sabe hacer suyo, el director y guionista Scott Derrickson se muestra como un realizador competente. El responsable de 'El Exorcismo de Emily Rose' logra trasladar de forma deslumbrante todo lo que hace grande al Doctor Strange, sin por ello abandonar la comodidad de la plataforma del cine de aventuras tradicional.

No es que lo tuviera difícil, teniendo con el apoyo de un equipo técnico que no ha dejado de perfeccionar el dominio del blockbuster durante la década que Marvel Studios lleva en el juego, o el impresionante elenco de actores con el que cuenta la película. Estos últimos son sin duda uno de los tres grandes pilares de Doctor Strangre, junto a la claridad narrativa y el espectáculo visual que nos ofrece por medio del uso de recursos de la psicodelia más pop, en todo un festival de imágenes caleidoscópicas, luces negras y fluidos fluorescentes. Fiel a la esencia del cómic, el film no solo plasma escenas completas de etapas del personaje como las de Steve Ditko y Englehart -así como de 'El Juramento', y algún que otro guiño a la etapa de Jason Aaron-, sino que dentro del pastiche de referencias que vienen ofreciendo las últimas producciones de Marvel, también podemos encontrar influencia de sagas como 'El Imperativo Thanos', 'The First Foursaken' de Chris Claremont y cierta saga fundacional de los Cuatro Fantásticos que convendría no destripar.

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Si estas saturado de la fórmula de Marvel, es probable que el nuevo estreno de la compañía no te vaya a ofrecer demasiado, más allá del apabullante espectáculo de sus escenas de mayor impacto visual, el buen trabajo de su equipo técnico e interpretes, y algún alarde argumental ingenioso al más puro estilo Doctor Who. Si eres de los que tienen un mínimo de conexión con la forma de hacer de los responsables de los Vengadores, vas a encontrar en Doctor Strange una de las mejores producciones de Marvel Studios hasta la fecha. Sin exagerar, pero si lo suficiente como para tenerla al lado de 'Soldado de Invierno', 'Guardianes de la Galaxia' y 'Civil War'.

 Agradecimientos por su contribución a la crítica a Miguel Herrador y Jordi Lafleur

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