CrĂ­tica de 'Mad Max 4: Furia en la Carretera' de George Miller

EL DONANTE UNIVERSAL

Crítica de 'Mad Max 4: Furia en la Carretera' de George Miller

Más disfrutar de la película y menos hype, con la crítica de 'Mad Max 4: Furia en la Carretera' de George Miller

Excesiva, hipnótica y salvaje, la cuarta película de 'Mad Max' es un Leviatán de acero forjado por un viejo rockero con una imaginación en perpetuo estado de fuga, y cojones inyectados de queroseno del más alto octanaje. Un suculento trozo de carne cruda al que quizás no le convenga todo el hype colectivo que se está desarrollando a su alrededor: No solo hay que estar preparado para un cocktail Molotov de estas dimensiones, sino que es mejor que sea la propia película la que deje su impronta, en lugar de ir al cine en busca de una obra maestra indiscutible.

Tirando a bajo todas las reglas del blockbuster actual, el nuevo Mad Max de George Miller es una criatura rabiosa envuelta en barro seco, acero oxidado y pústulas bubónicas, a la que le faltan algún que otro miembro y que -si no sabes manejar- te puede arrancar la mano. Esto no es 'Fast & Furious'. No es 'Los Vengadores'. No es 'El Caballero Oscuro', ni para nada 'Matrix'. Siendo necesario remontarse muy lejos para encontrar algo parecido, 'Furia en La Carretera' va más allá del imponente monolito del Nakatomi Plaza para canibalizar los ritos de inseminación -más simbólica que literal-, y actualizarlos como una brutal persecución sin descanso con la misma mano izquierda que Lord Humungus y sus guerreros de la carretera.

El relato primigéneo del forastero que inadvertidamente se ve envuelto en la caída del antiguo rey, actualizado en un film técnicamente impecable, cuyo argumento puede resumirse como pegarle una patada en las pelotas al jefazo más gordo del lugar y echar a correr. Una premisa base que sirve de eje para un interminable orgasmo visual, que apenas levanta el pie del acelerador salvo cuando toca dar una curva de viraje.

Espectáculo de cuerpos mutilados, vehículos en llamas y crash dummies humanos, George Miller da forma a su deslumbrante mitología tribal apocalíptica a través del páramo desértico por el que arrastra a todo lo que se pone a su paso. Mucho más que una vertiginosa caza del hombre con el ritmo del diablo, 'Mad Max: Furia en la Carretera' sigue la línea de aquellos primeros 'Alien' y 'Depredador' que -sin ser nunca el centro de la historia- te empujaban a querer saber de su mundo. De este modo, Miller usa la huida a la desesperada de sus protagonistas como ruta turística con la que reavivar el universo de ficción de Mad Max, aderezando con soldados leucémicos kamikazes, prisioneros que se inyectan en vena, ninfas del desierto con cinturones de castidad dentados y desinfectantes metálicos para entrar en el Valhalla el vibrante festival de piruetas imposibles que engloba toda la cinta.

Crítica de 'Mad Max 4: Furia en la Carretera' de George Miller

Una sociedad ficticia fascinante, en la que el mundo de Miller da la impresión de encontrarse en perpetuo movimiento y cada entrega de ir a un paso más allá (en lugar de quedarse con la vista puesta en el pasado como un Terminator cualquiera). El deterioro de la civilización como proceso de deflagración ascendente, en el que tras las guerras por el combustible y las negociudades derivamos a un estado de barbarie absoluta, marcado por la escasez de todo y acaparadores señores feudales, idolatrados como dioses con el poder de dar y quitar. No es una secuela “argumental” propiamente dicha -sino que está más próxima al “sigue y suma” de las películas antiguas de James Bond-, pero si que se mantiene presente lo sucedido en anteriores entregas de la saga.

En ese aspecto, lo único que quizás pueda hacerse difícil para los recién llegados son las referencias al tormentoso pasado de Max, y cómo los muertos que carga sobre sus espaldas le han hecho optar por mantenerse al margen del resto de la humanidad. Que -acertadamente- se exprese como un cromañón que acaba de salir de la caverna durante casi la mitad de la película tampoco ayuda demasiado a conectar fácilmente con él. Pero como ocurre en la mayor parte de la saga, el Rockatansky vuelve a ejercer como elemento exógeno que se mueve periféricamente a la historia central, por lo que tampoco debería pesar demasiado sobre el disfrute de 'Furia en la Carretera'.

Crítica de 'Mad Max 4: Furia en la Carretera' de George Miller

En general, el Mad Max de Tom Hardy cumple tanto física como interpretativamente, sabiendo dar credibilidad a un nómada solitario que ha pasado demasiado tiempo en completa soledad, y que se muestra reticente a implicarse con los demás. Es un personaje atípico dentro de las convenciones del cine de acción actual, sobrellevando su condición de “anti-héroe” como algo más que una pose. Olvidaos de malotes sobrados con buen corazón, de los que eliminan a los malos como si no les costase trabajo y tienen un código moral intachable sobre lo que está mal y lo que está bien. En 'Furia en la Carretera', Max Rockatansky es más un superviviente nato que una implacable máquina de matar, y llega a tomar decisiones más bien deleznables cuando se le presenta la oportunidad de ayudar a los demás.

Un héroe arisco, verdaderamente atormentado -nada de lloros alcohólicos, a lo policía desastrado de los noventa- y difícil, que deja el componente humano a la Imperator Furiosa de Charlize Theron. Ella es la verdadera estrella de 'Mad Max: Furia en la Carretera', así como el eje de la trama, no siendo extraño que en los créditos la coloquen a la misma altura que el propio Max. Camionera con prótesis mecánica y frente embadurnada con grasa de motor, la surafricana vuelve a demostrar que tiene más huevos que todo el reparto de 'Los Mercenarios', labrándose un merecido hueco entre otros iconos del cine como Ellen Ripley o John McLane.

Crítica de 'Mad Max 4: Furia en la Carretera' de George Miller

Casi es posible intuir cómo un puñado de tipos apocopados se han visto intimidados por la fuerza del personaje de Theron y la rebelión de su carismática legión de perras contra la tiranía de Inmortan Joe. Semejante colección de mujeres guerreras armadas de carácter puede suponer desde un continuo goce para los que quedamos prendados con personajes como la Valquiria de Megan Gale, hasta una pesadilla para todos los que consideren cualquier personaje femenino que sea algo más que una cara bonita como un desafío para el “patriarcado”. Y aunque probablemente algo haya con el relato de esas Novias a la fuga que sirven de detonante para la acción, considerarlo un rasgo peyorativo -cuando no deja de ser una crítica a la disposición de vidas ajenas como objeto de propiedad-, ya dice bastante de sus detractores.

En general, el esmero de Miller y su equipo de guionistas para que los personajes de 'Mad Max: Furia en la Carretera' estén perfectamente definidos queda patente tanto en estas muchachas -mejor perfiladas que todos los roles femeninos de la saga 'Transformers' juntos- como en uno War Boys que no son mera carne de cañón. Con el Nux de un fantástico Nicholas Hoult para dar muestra del sentido del honor suicida de los guerreros de Inmortan, y el carácter brutal -pero a la vez humano- del villano interpretado por Hugh Keays-Byrne y su linaje, el director de Mad Max da forma a un entorno vivo habitado por shoguns cubiertos de balas, carroñeros motorizados y capitalistas con argollas en los pezones y elefantiasis.

Un colosal tablero de juego tan llamativo como absorbente, donde puesta de escena, fotografía, cámara y el sonido de percusión de la banda sonora -que suena a motores arrancando y ráfagas de munición- se integran como un único todo, envolviendo a una apoteosis rock rodada a 200 km/h. Con más imaginación que ruido y el CGI sometido bajo el yugo de las increíbles acrobacias de los especialistas, el sugerente entorno apocalíptico ideado por Miller es ante todo un Ninot fallero como gran estrella del espectáculo de su propia demolición.

Y aunque al creador de Mad Max se le nota la edad cuando permanece demasiado tiempo en reposo -y se empantana entre el almizcle críptico, denso y pegajoso de la sobredosis de información que tiene en su cabeza-, es lo suficientemente zorro para mantener los coches en movimiento, y terminar brindándonos una de las cintas de acción más trepidantes de los últimos años. Una epopeya de motor con aroma a leyenda primitiva frente a una hoguera encendida con napalm, y a la que ni siquiera le falta una moraleja muy necesaria para los días que corren (con esa envenenada promesa que es la huida a lo desconocido).

Crítica de 'Mad Max 4: Furia en la Carretera' de George Miller

¿Merece buena parte de los elogios que se están volcando hacia ella? Sin duda. Se trata de un film único y de lo mejor que ha podido verse este año en cuanto a entretenimiento. ¿Le está haciendo bien el ponerla por las nubes? No. Sobre todo teniendo en cuenta que es una película cuyas virtudes se aprecian mejor una vez digerida que cuando todavía está en fresco, lo que puede llevarte a salir del cine con una molesta sensación de insatisfacción. Como todas las películas de Mad Max, 'Furia en la Carretera' tiene como principal virtud ser una película imperfecta y muy loca. Pero como todas las locuras, cada uno tiene la suya, y hay bastantes papeletas de que no sacie todas las expectativas. Para disfrutar como se debe de este nuevo acercamiento al riquísimo escenario tribal de Mad Max y la adrenalínica persecución sin descanso que nos lleva de viaje a través de él, quizás sea mejor llegar al cine con los pies en el suelo.

 

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