Crítica de 'Foxcatcher', de Bennet Miller

CHANNING TATUM Y STEVE CARELL RUMBO AL OSCAR

Crítica de 'Foxcatcher', de Bennet Miller

Crítica de 'Foxcatcher', amor viril y 100% masculino

Que el estreno de 'Foxcatcher' en España haya llegado apenas unas semanas después de 'Whiplash', puede haber provocado un daño irreparable para la película protagonizada por Channing Tatum y Steve Carell. Complementarias a la hora de retorcer la imagen de la relación mentor y alumno desde ópticas muy distintas, no es solo que el trailer de 'Foxcatcher' pareciera haber sido concebido para enfatizar sus similitudes -las cuales, realmente, no son tantas-. Es que el contraste entre la visión triste y melancólica con la Bennet Miller aborda el turbulento suceso real en el que esta basado 'Foxcatcher' y la arrolladora energía de los golpes de batería de Milles Teller y J.K. Simmons, puede conllevar un injusto favor para el film que nos ocupa.

Ambientado en el mundo de la lucha libre, 'Foxcatcher' nos traslada a un periodo que va desde mediados de los años ochenta a los noventa, cuando los hermanos Mark y Dave Schultz se convirtieron en campeones Olímpicos defendiendo la bandera de los Estados Unidos. Fue aquí donde entró en escena John Eleuthère du Pont, millonario filántropo heredero de una de las más acaudaladas familias de América, y que se dispuso a tomar bajo su protección a toda una generación de atletas bajo la arenga de dar nuevos bríos al espíritu de los Estados Unidos, e intenciones no del todo claras de ojos para afuera.

Crítica de 'Foxcatcher', de Bennet Miller

Con una aproximación del todo ficcional, con la que se relatan libremente a los acontecimientos que tuvieron lugar en la hacienda de la familia du Pont en 1996, 'Foxcatcher' es ante todo un afligido relato sobre la soledad, el dolor y la frustración de dos individuos incapaces de manejar sus sentimientos ante unas insalvables carencias emocionales.

Ambientada casi integramente entre los fantasmagóricos parajes que rodean a la mansión du Pont, la decadencia de una aristocracia otoñal, desconectada el mundo y en vías de extinción se palpa en cada una de las salas plagadas de trofeos de tiempos pretéritos, tapices cuyo polvo está incrustado tan adentro que no se puede limpiar, televisores prehistóricos y purasangres de carreras criados a través de incontables generaciones. Interpretado por un irreconocible Carell ('The Office', 'Virgen a los 40'), John Eagle du Pont se nos muestra como un niño de sesenta años, cuya relación con una severa y vigilante madre poco tiene que envidiar con la que Norman Bates tuviera con la suya.

Siempre distante, en una impasible silla de rueda y dispuesta a reprobar con un gesto de desagrado cada una de las decisiones de su hijo, la anciana interpretada por Vanessa Redgrave parece ser el único contacto humano que du Pont ha tenido a lo largo de su vida, sin necesidad de una transacción económica de por medio. Coleccionando vehículos de guerra como si fueran los juguetes de niño y con una afición por las aves que parece venir acompañada por prismáticos de plástico y la guía de los pequeños castores, la inconmensurable soledad que transmite el personaje de Carell dentro de aquellos salones llenos de recuerdos disecados y metales que apenas disimulan el avance del óxido duele.

Como lo hace su intento de rebeldía para recuperar la infancia perdida convirtiéndose en el mentor de un joven grupo de atletas a cuya cabeza están los hermanos Schultz. Interpretados por Mark Ruffalo (Bruce Banner en 'Los Vengadores') y Channing Tatum ('G.I. Joe', Gambito en la próxima de los X-Men), es el menor de ellos quien primero se deja seducir por la oferta plagada de ceros de du Pont. Y es que a diferencia de su hermano -quien se nos muestra como un paternal cabeza de familia, capaz de separar su vida afectiva de lo laboral-, el personaje de Tatum se nos muestra como un personaje con sus propias deficiencias afectivas fruto de crecer en un hogar de padres ausentes, en el que a su hermano le tocó ejercer como progenitor.

Crítica de 'Foxcatcher', de Bennet Miller

Desde la escena inicial en la que se nos muestra al Mark Schultz de Tatum dando un discurso en un colegio, en el que el fornido campeón de lucha grecorromana apenas parece destacar por encima del resto de los niños, se nos deja claro que debajo de aquella enorme mole de carne se esconde un inseguro infante necesitado de amor y aprobación.

Con su traslado al hogar de los Du Pont para convertirse en la cabeza del equipo Foxcatcher -mientras Carell ejerce como mentor con sus discursos sobre el espíritu y la superación, sin que realmente parezca tener conocimiento alguno de la práctica deportiva-, se establece una extraña relación entre ambos sin que nunca queden claros los términos de la misma. ¿Son los Arturo y Lancelot de una nueva Camelot erigida sobre los logros del legado americano, en la que casualmente no hay ninguna Ginebra de por medio? ¿El reencuentro entre un padre castrado y el hijo huérfano necesitado de alguien a quien poder abrazar? ¿Un niño viejo que busca recuperar el tiempo perdido a través de la camaradería competitiva del deporte? ¿El excéntrico millonario y el amante al que esconde en casa de los criados, para las liberaciones de pasión ocasionales?

Crítica de 'Foxcatcher', de Bennet Miller

Ni siquiera ellos mismos parecen tenerlo claro en una película en la que se dejan de lado el resto de las actividades deportivas apadrinadas por John E. du Pont, para centrarse integramente en la lucha libre como manifestación física de las relaciones afectivas entre hombres. Unas relaciones que en ocasiones se muestran de forma milimetricamente coreografiada y milimétrica de los términos definidos de unos Dave y Mark que son perfectamente conscientes de su terreno de juego, y en otras con la tosquedad torpe y en ocasiones hasta ridícula de Mark y John. Dos críos que no parecen tener muy claro lo que están haciendo mientras experimentan sobre la marcha, y que se ven desbordados ante el un tonel de sentimientos al que nadie les ha enseñado como interpretar o dar salida.

Toda la frustración acumulada, de carencias afectivas y necesidad de amor al que poder sentir real, es lo que construye la malsana atmósfera de 'Foxcatcher'. Una película con largos planos del interminable vacío y ritmo mortecino, que parece aferrarse a la fraternidad infantil inocente y libre de prejuicios, como último y desesperado intento de escapar al imparable ocaso final. Una extraña aproximación a la eterna relación de intercambio entre joven discípulo y mentor entrado en años, en la que parece palparse la sombra de 'Apt Pupil' y -sobretodo- 'Dioses y Monstruos', y que resulta en un agónico y absorbente drama que destaca por la soberbia interpretación de su trío protagonista y una increíble puesta de escena (con un maquillaje a todas luces merecedor del Oscar).

Crítica de 'Foxcatcher', de Bennet Miller

Dejando claro desde el minuto uno el desolador destino que la vida deparó a estos niños grandes a los que la vejez cogió con el pie cambiado, si os preguntáis de que va 'Foxcatcher', la mejor forma de definirla es como un trágica y moribunda búsqueda de afecto humano a través del deporte. De la desesperada caza de un zorro inalcanzable y esquivo, y de como dos de los seres más solitarios sobre la faz de la tierra acabaron encontrándose para que las crueles circunstancias hicieron que -donde solo buscaban amor- encontraran dolor y catástrofe.

Pero para que no todo sea tan triste, aquí tenéis 10 razones para ver 'Foxcatcher':  

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