Crítica de 'The Babadook', parece que va a llover...

'THE BABADOOK', EL ESCONDRIJO DEL MONSTRUO

Crítica de 'The Babadook', parece que va a llover... 

Crítica de 'The Babadook', mis monstruos y yo

El primer error que se puede cometer al ver 'The Babadook', es buscar en ella una película de terror al uso. Más próxima a 'El Resplandor', que a cualquier éxito en el cine de sustos de los últimos años -ya hablemos de cintas tan destacables como 'El Expediente Warren' y 'The Ring', que otras de andar por casa como cualquier entrega de 'Paranormal Activity'-, la mejor forma de describir 'The Babadook' es como una siniestra fábula de terror con tintes psicológicos.

Sumergiéndose en la misma fuente para tirar de los grandes maestros del género, la australiana Jennifer Kent sabe entender que la mayor parte de los terrores más puros nacen dentro del entorno familiar. Es en el corazón del mismo donde se fundamentan los pilares de clásicos de ayer y hoy como 'Psicósis' o 'El Sexto Sentido', y del que se alimenta su debut como directora.

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Convertida en obra de culto gracias al boca en boca, el film se centra en la relación madre e hijo a los que dan vida una Essie Davis sobrepasada por el estrés del hogar monoparental, y un enervante Noah Wiseman como hiperactivo crío aficionado a la magia, los cuentos de terror y mirar bajo la cama con su madre antes de ir a dormir. Más allá de este eje, todo lo que necesita Kent para hacer su magia es de la soledad de una casa pobremente iluminada, un misterioso libro infantil que nos retrotrae a tiempos más sencillos y un monstruo. Un monstruo de gabardina negra y chistera desgarbada, sin más rasgos definidos que unos ojos enormes, una sonrisa siniestra y dedos interminables y puntiagudos.

El hombre del saco en su máxima expresión, como ese terror infantil y primario, que nos instaba aproximarnos con cautela a cada recodo tras el que aguardaba lo desconocido, o recurrir a la seguridad de nuestros padres cuando no nos atrevíamos a entrar en la oscuridad de nuestra habitación, no fuera que estuviera allí. Esperándonos. Porque independientemente de la edad que tuviéramos, siempre supimos que nuestros padres eran inmunes al hombre del saco. Y al Babadook. Que estaban blindados frente a cualquier miedo que pudiera amenazarnos, y dispuestos a acogernos entre sus brazos para protegernos fuera cual fuese la naturaleza del terror que nos acosaba.

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Pero, ¿qué pasa si no es así? ¿Qué pasa si el temido monstruo encuentra una grieta por la que penetrar a través de la inexpugnable armadura de nuestros padres? ¿Qué pasa cuando el mismo terror que nos hace acurrucarnos bajo nuestras mantas les acosa a ellos, y no tienen nada con lo que defenderse?

Durante su primera mitad, The Babadook se encarga de introducirnos en esta situación a consciencia, minando una a una todas las autodefensas de la madre interpretada por Davis, arrojándola a las fauces de los miedos de su hijo.

La presencia del Babadook se hace más y más presente conforme la asistimos a un progresivo deterioro físico y mental, convirtiendo las más pequeñas en el desmoronamiento de todo lo que da por sentado. Cuestiones como lo real que puede ser ese miedo de antes de dormir, buscar respuesta lógica o el no saber a quién acudir cuando ni siquiera tú eres capaz de transmitir seguridad a tu hijo flotan en el aire, mientras continúa el imparable camino del Babadook hasta su presa. Para todo el que siga tapándose la cabeza con las sábanas cuando escucha algo extraño por las noches, esta es sin duda la parte más sugerente del film, antes de entrar en un segundo acto más onírico y mental.

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Y aunque esta segunda parte es la que más ofrece que escarbar en cuanto a contenido simbólico, también es la que más cuesta arriba se puede hacer para los que cuando acuden a una película de terror, buscan un miedo más palpable por así decirlo. Seamos francos: Los méritos de 'The Babadook' no están en el miedo que da, ni en la cantidad de respingos que daremos en la butaca mientras la vemos. Si no eres de susto fácil, estás curtido en el género y llegas al cine buscando un continuo in crescendo o un monstruo que te haga tener pesadillas durante las próximas noches... Es muy probable que hayas entrado en la sala con las expectativas equivocadas.

Porque sí, como diseño 'The Babadook' mola un cojón. Pero es en el lado del terror propiamente dicho donde más se le notan más las costuras de la novatada a la Kent y su modesto presupuesto. Lo cual debería ser un importante argumento en contra, si no fuera por lo enormemente sugerente que resulta su argumento y contenido simbólico.

O en otras palabras, 'The Babadock' es una interesante adición al género que destaca más por sus virtudes como macabra fábula de terror psicológico -algo / bastante histriónica- en torno a los terrores de la infancia, que por los sobresaltos que ofrece como película de terror. Teniendo en cuenta este detalle, Jennifer Kent nos ofrece una magnética historia sobre el desamparo de la soledad, el derrumbe personal frente a las circunstancias o alienación entre la relación madre e hijo. Una historia que seguramente resultará más atractiva a aquellos que valoren los aspectos dramáticos del género como plataforma desde la que abordar temas de interés social y personal, que para los más exigentes del terror en sí.

Pero como a estas alturas es muy probable que seáis muchos los que ya hayáis visto la película y tengáis interés de hablar de aspecto como el final, lanzando SPOILERS por doquier, aquí va nuestra interpretación, de qué va 'The Babadook': Reiterando que estamos en zona de spoilers, 'The Babadook' no es para nada una película de monstruos por mucho que nos pueda sugerir lo contrario la criatura que le da nombre. Tampoco es una película de espíritus demoníacos, objetos malditos o casas allanadas como podría hacernos creer algunos detalles del trailer. Pero ante rodo, es importante señalar que no es una película de monstruos.

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Casi siempre entre sombras, como esa incertidumbre que se desliza por los bordes de nuestro punto ciego, pero que nunca conseguimos ver por rápido que dirijamos la vista hacia él, The Babadook no podría ser más simbólico aunque la Kent le hubiera puesto un par de neones y le hiciera vestir una camiseta de Sigmund Freud. Tan simbólico como lo es la transición desde la escena en la que la madre interpretada por Davis (Amelia) le lee a su hijo (Samuel) su primer libro con El Lobo y los Tres Cerditos, respecto a la que vemos posteriormente en la televisión con El Lobo hambriento cubriéndose maliciosamente con una piel de cordero.

Lo que tenemos entre manos es el paso de un escenario en el que hay un mal claro y fácilmente identificable propio de una simplificación del mundo en términos de blanco o negro, a otro más complicado en el que el mal puede aparecer disfrazado de las formas más amistosas. Algo que puede interpretarse fácilmente como un paso de los miedos nítidos de la infancia, a la zona de grises del mundo adulto.

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Con esto en mente, hay que tener muy en cuenta la escena inicial del accidente de coche, escena que más tarde sabremos corresponde al día en el que el marido de Amelia perdió la vida mientras la trasladaba al hospital para dar a luz a Samuel. Un Samuel con el que constantemente se nos muestra que algo no funciona bien. No en lo que respecta al chaval en sí, que todo lo molesto, problemático y desquiciante que pueda ser, tampoco se aleja demasiado de lo que cabría encontrar con un crío hiperactivo cuyas necesidades de atención han desbordado a su madre. El verdadero problema está en que -debajo de todo su empeño por ser una madre modelo que cuida de su hijo sola a la vez que trabaja-, parece haber algo que hace que Amelia sienta rechazo por su propio hijo. Algo que se nos va insinuando con detalles como cuando la hermana le sugiere que debería empezar a celebrar el cumpleaños de su hijo, y cuyo motivo no se nos revela hasta el final, cuando descubrimos que corresponde al mismo día en el que el marido de Amelia murió.

Aquí hay que añadir otro elemento como es el sótano. Sótano que la primera vez que conocemos es como una puerta cerrada que el perro de la familia araña como si quisiera ver algo de su interior, pero que Amelia se apresura en apartar asegurándose de que la puerta está bien cerrada. Sea lo que sea que hay en esa estancia, la sufrida madre prefiere que siga allí. Más adelante, cuando el libro de The Babadook -que aparece entre los estantes del muchacho, como una misteriosa posesión que llevara allí desde siempre- se abra introduciendo la idea del monstruo, descubriremos lo que había cuando Amelia encuentre a su hijo jugando en el sótano: Las pertenencias de su difunto esposo. Recalcamos, una habitación cerrada con todos los recuerdos de su marido muerto, y ha sido Samuel quien ha abierto la puerta (guiño, guiño) para disgusto de su madre (guiño, guiño, guiño).

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Sumado a las palabras del crío mientras práctica sus juegos de magia -“Damas y caballeros, ¡papá y mamá! La vida no es siempre lo que parece, a veces puede ser la cosa más maravillosa, pero también puede ser muy engañosa para nosotros”, quedaros con estas palabras y trasladarlas al incidente primero- se nos introduce a la profesión de músico del marido, junto a un detalle del que hablaremos a continuación.

Ahora es cuando toca hablar del libro en sí y de las tres lecturas que se lleva a cabo del mismo. En la primera, Amelia se lo lee a su hijo sin saber lo que va a encontrar en esas páginas, iniciadas por la frase “Si está en una palabra o está en una mirada, no puedes deshacerte del Babadook”, presentándolo como algo oculto que se esconde debajo de la cama, y que puede ser tu amigo -atentos a esto también- pero que una vez lo veas no puedes escapar de él. Añadiendo a ello que es la madre quien siente duda pasando las páginas, instándole a su hijo dejar el libro mientras este le pide que continúe, podría interpretarse que The Babadook no es otra cosa que el miedo mismo. Algo que cuando te atrapa, te sobrecoge sin que puedas escapar de ello, y que se oculta en los rincones más oscuros de nuestro hogar. Este es el momento en el que las defensas de Amelia se vienen abajo, y comienza a progresar la infección de este miedo al que -como único pilar de la familia- debía plantar cara, pero que le perseguirá durante el resto de la película.

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El libro está incompleto, dándole la oportunidad a Amelia -a la que además se nos presenta como escritora venida a menos durante la fiesta de su sobrina- de terminarlo, reapareciendo más adelante con unas páginas adicionales en las que la identidad del monstruo continúa haciéndose más patente: “Mientras más lo niegues, más fuerte me haré. Empiezas a cambiar cuando me introduzco. El Babadook va creciendo debajo de tu piel. Ven. Ven a ver lo que hay debajo” al que siguen unas horrorosas imágenes con Amelia matando a su perro y su hijo, para después quitarse la vida.

Bien, aquí va una teoría: The Babadook, como miedo, es el fruto del trauma sufrido con la perdida de su esposo. Una espina clavada en lo más profundo de Amelia y que ha continuado creciendo y creciendo hasta convertirse en una bola enorme que amenaza con hacer que se desmorone. Volviendo a la habitación en la que guarda los recuerdos de su esposo, es curioso que el traje de músico que Amelia ve colgado en la percha corresponda exactamente a la misma indumentaria de The Babadook, de la forma en la que esta se vuelve a repetir con varios hombres -matizamos, género masculino- a lo largo del film. Hombres con los que Amelia parece sentirse intimidada -los intentos de acercamiento de su compañero de trabajo-, quien sabe si porque para significa reabrir la herida de la muerte de su esposo.

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Versionando libremente al maestro Yoda en este 'The Babadook' explicado, podría decirse que el tema central de la película de Kent es tan sencillo como que el sufrimiento conduce a la debilidad, la debilidad al miedo, el miedo al odio, y el odio a ese lado oscuro que es la locura. Porque a fin de cuentas lo que nos ilustra el film no es más que eso, una madre que progresivamente va sucumbiendo a sus temores y va perdiendo lentamente la cordura mientras esa frustración continúa creciendo en su interior -“Mientras más lo niegues, más fuerte me haré”- hasta convertirse en algo monstruoso y terrible que se vuelve contra sus seres queridos.

Las imágenes del televisor, en las que mientras las noticias hablan de una madre que ha matado a sus hijos cuando Amelia se ve a si misma mirando a través de la ventana no podrían ser más claras, pudiéndose interpretar como un intento de la directora de indagar a través de su película en la forma en la que una progenitora puede volverse contra aquello que más ama, o que por lo menos debería amar.

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Hay mucho de relato tribal transmitido a la luz de una fogata en la película de Kent. Un relato tribal para adultos que ya estaba presente en su cortometraje 'Monster' -del que partió la idea de la cinta-, y en el que se mostraba como una madre debía armarse de valor para proteger a su crío de un miedo infantil este. Dicha idea se vuelve a repetir en The Babadook, con la madre plantando cara a sus propias inseguridades, rechazando al monstruo como lo haría una madre de la época de las cavernas al tratar de defender a su cachorro frente a una criatura amenazante.

Presentándose de forma más compleja en el film al no tratarse de un peligro llegado desde el exterior -sino de sus propios miedos, traumas personales e inseguridades-, imagen de Amelia erguida mientras planta cara a 'The Babadook' en un duelo de rugidos como último bastión en la defensa de su pequeño frente a las amenazas que le acechan no deja de ser la representación de la relación madre e hijo en su forma más pura y primitiva. Tan primitiva, como es la imagen del padre muerto -a quien conforme avanza la cinta lo vemos más ligado a 'The Babadook', como no- augurando “Parece que va a llover” cada vez que el monstruo se aproxima, remitiéndonos a ese temor ancestral a la tormenta como portadora de desgracias que siempre nos persigue desde los albores de la humanidad.

Cada ocasión en la que este insta a Amelia a que “le traiga al chico”, no solo está reclamando su vida, sino que el no referirse a él a través de su nombre es una forma de privarle de identidad, potenciando la alienación de la relación madre e hijo (fruto de volcar los temores y frustraciones fruto de la muerte del padre hacia el pequeño). Los muertos reclamando su tributo, si es que Amelia quiere librarse del tormento, así como catarse mediante la que dar salida a los demonios que la consumen por dentro.

Esto nos conduce directamente al final de 'The Babadook'. ¿Significado? Aquí va una interpretación: Después de resistir a 'The Babadook' y mirar a la cara de sus miedos. Literalmente. Plasmados a través de una intensa luz idéntica a la que Amelia vió en el momento de la muerte de su esposo. Superados, la protagonista los destierra al sótano, esa madriguera de la que nunca debieron escapar.

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A partir de ese momento vemos a una madre recompuesta, que ha sido capaz de sobreponerse a la perdida de un marido que le atormentaba impidiéndole amar a su hijo plenamente, como refleja su primer cumpleaños celebrado. La fecha del nacimiento de Samuel ya no es señal de dolor, sino de celebración.

Sin embargo, el dolor no acaba ahí y los muertos siguen enterrados en el jardín (de nuevo literalmente, a través del pobre perro de la familia). Algo que acertádamente recalca la película con un final en el que, mientras madre e hijo disfrutan de su recuperada felicidad, vemos a Amelia recoger gusanos -el fruto de los muertos- en el jardín para entregárselos a su monstruo de su sótano como una especie de ceremonia ritual. Un ritual con el que calmar sus propios demonios, y sobre los que llega a proclamar “Hoy ha estado tranquilo” como si fuera algo a lo que hubiera que apaciguar para poder disfrutar de la paz.

Crítica de 'The Babadook', parece que va a llover...

Algo no muy diferente a un brote psicótico o trastorno post-traumático, con lo que Amelia tiene que lidiar, asumir y vivir con ello como única forma para estar en paz consigo misma y con su hijo. Un trauma que siempre estará ahí dentro amenazando con despertar, pero con lo que -luchando contra ello- ha encontrado nuevas fuerzas para seguir. Que le diga al pequeño Samuel, ante su insistencia de querer verlo, que ya lo hará cuando crezca, es una forma de protegerlo de algo que -como niño- todavía no está preparado para entender, y que es un monstruo mucho más complicado que los de grandes ojos y dientes afilados que aparecen en sus cuentos.

En resumen, 'The Babadook' es un cuento de terror sobre una madre atormentada por el dolor de la pérdida y el peso que la misma ha depositado sobre sus hombros, y de su necesidad de superar el trauma para no convertir ese dolor en una amenaza contra su hijo. Como tal, quizás no contenga los sustos más terroríficos de cara al espectador que busque los sobresaltos habituales del género, pero si una historia repleta de matices que merece ser analizada en detalle.

Para terminar, si habéis llegado hasta aquí y todavía no tenéis claro, las 12 razones para ver 'The Babadook' que incluimos tras el siguiente vídeo quizás os ayuden:  

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