'Stella', crónica sentimental del crecimiento

En esta cinta semiautobiográfica, la hija de los dueños de un bar –más preocupados por sus fiestas y problemas que por la educación de la niña– llega a un nuevo colegio en el que luchará por hacer amigas, pasar de curso y ser medianamente feliz, a pesar de tenerlo casi todo en contra. Verheyde hace un retrato certero y comprometido, pero frío y desdramatizado. Un acercamiento calmado, mucho más personalizado de lo que estaría un documental, nos sitúa junto a esta preadolescente, para tratar de dejarnos ver cuáles son sus sentimientos y sensaciones según pasa por los momentos más cruciales de su etapa de crecimiento. Recursos clásicos como la voz en off y los primeros planos detenidos en el tiempo de miradas de la actriz dejan demasiado clara la intención de crear una cercanía y pueden, quizá, ser contraproducentes para esa función. Léora Barbara se introduce en la piel de Stella y, parafraseando el título de Almodóvar, la habita. Porque la actriz es auténticamente esa niña, que vive una época en la que aún no había nacido, y nos hace ver los contrastes entre la excesiva madurez que le ha aportado el ambiente libertino en el que está creciendo y los miedos y necesidades infantiles. Grandes secundarios, como la amiga de origen argentino, la que la espera en el pueblo, o los padres y quienes los rodean, completan un elenco dirigido con mano certera y en el que cada uno de los actores ha absorbido su papel como si se transformase. El montaje de Christel Dewynter deja reposar todas las escenas por igual, tanto las cargadas de intensidad como las del día a día. De esa forma nos ofrece un metraje poco uniforme en cuanto a su fuerza dramática, que puede hacerse excesivo no solo porque la película para algunas personas es susceptible de resultar larga y pesada, sino también porque la idea que se quiere transmitir ya había quedado clara con mucho menos. Se puede apreciar que, como decía, ‘Stella’ no dramatiza, no carga las tintas, y tiene un tono nada pretencioso, cursi o estridente. Pero estas solo son virtudes si funcionamos en comparación con otros films, no lo son por sí mismas. O podrían serlo incluso por sí mismas si, a pesar de la ausencia de todos esos elementos, la implicación emocional que despertase la película fuese tremenda. Y seguro que lo será para muchos de los espectadores, pero no para mí personalmente. La mínima extrapolación que la película me obliga a hacer a la misma etapa de mi infancia, transcurrida casi una década después, sí me remueve algo. Sin embargo, aquí Verheyde solo es responsable de hacerme recordar, ya que todo lo que siento se debe a lo que me tocó vivir. No obstante, la conclusión de que no se trata de una edad fácil, sean cuales sean tus circunstancias, no se escapa tras a este visionado. Con ello, hay que admitir que, si bien muchos instantes de ‘Stella’ tenían la incapacidad de conmoverme como sí han conmovido a otras personas de la crítica –por lo que he podido leer–, no es con indiferencia como he abandonado la sala. Ese “solo” que he escrito antes de decir que tiene la virtud o culpa de hacerme recordar, estaría de más si entendemos que retrotraerte a cualquier fragmento del pasado es más difícil de lo que aparenta. La estética, que recrea el final de la década de los setenta, así como las canciones que escuchan la niña, sus padres y los amigos de éstos pueden ser otro punto a favor para cierto sector. En particular, no me conmueven. Adoro París, la música de los años setenta incluye a gran parte de mis sonidos preferidos y soy incluso favorable de aquella forma de vestir. Sin embargo, lo reflejado en ‘Stella’ es la versión melancólica y triste de todo aquello y, ya que la nostalgia en mi caso no vale porque no lo viví, este retorno al pasado es incapaz de comunicar conmigo. Conclusión ‘Stella’ es una película sin trama, constituida únicamente por momentos cotidianos de desigual interés, que, gracias al efecto acumulativo, consiguen despertar, en sus minutos finales, una leve –no tan leve para otras personas– emoción por lo que el futuro pueda deparar en la niña y ante los mínimos cambios que han surtido en su personalidad. Si bien no podría decir en buena ley que se trate de un mal film o que sus objetivos no estén cumplidos, lo que sí afirmo sin pudor es que personalmente me interesa poco y me llega escasamente. La siguiente calificación, por lo tanto, alude a lo que me ha permitido disfrutar y no a la calidad que le achaco, que es, por supuesto, mayor. Mi puntuación:

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